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sábado, 7 de mayo de 2011

SOY UN FRAILERO EMPEDERNIDO



Lo confieso soy un frailero de pura cepa, creo que todas las personas tienen una meta en su vida que tratan de conseguirla y luchan por ella. La mía ha sido estar cerca de Frailes y compartir mis añoranzas y vivencias aquí cerca de donde he nacido. Y no es fácil, porque siempre hay motivos para renegar de donde uno ha nacido. Pero siempre que he intentado salirme de estas cuatro paredes, no he podido. Cuando estudiaba en la Universidad de Granada estaba deseando que llegara el fin de semana para volver a las calles de Frailes, soltaba el macuto y miraba el cauce del río, la calle Mesones del viejo Cinema España y visitaba a mis hermanas aunque, a veces, ni siquiera les daba un beso.
Cuando era un imberbe subía casi todos los días a las Eras del Mecedero a partirme el pecho jugando al fútbol con los hijos del electricista, el Antoñino, el hijo del chófer o Miguel Montes el mojado. Circulaba por la plaza del Deán Mudarra, bebía agua en la fuente y ahora recuerdo a Paco Belmontes que iba a comer a la casa del secretario del Ayuntamiento porque su familia era muy pobre. Después se convirtió en nuestro héroe porque es la persona más valiente que he visto en mi vida, era igual que Casillas paraba todos los balones cuando jugábamos al fútbol con otros pueblos y se partía, literalmente, en aquellos campos de Charilla o de Santa Ana.
A veces, me duele lo que pasa en Frailes. No sé, es porque me gusta verlo limpio y aseado y cuando me asomo al río y veo tanta basura, echada por personas que viven junto al mismo, siento que esta gente nunca va a aprender, porque ya hay contenedores en todos los lugares y no hay excusa que valga para tirar los desperdicios a ese río tan maravilloso que ahora tenemos.
Lo mismo pasa con las calles, todas llenas de asfalto como si fuésemos madrileños; Frailes tenía una fisonomía propia con calles empedradas que le daban un toque único, y entre unos y otros se lo fueron cargando. Claro es más fácil poner alquitrán porque en un periquete se rellena una calle, pero debería haber más sensibilidad por las cosas.
Y otra de las cosas que no me gustan mucho, es que haya tanta gente en el paro, cientos de personas en el desempleo como si Frailes fuese la capital de la vagancia. Gentes que no lo necesitan y se dicen, pues si mi vecina está en el paro, porque no voy a estar yo, y hala se apuntan y un parado más.
Frailes ha cambiado mucho, de aquellos antiguos vecinos que nos juntábamos en el puente de las Cuevas a despiojarnos, comiendo un canto pan con aceite y jugando a la tita a perrilla, tomando el sol y con mucha miseria. Vemos que el pueblo se ha redimido y ahora en cada casa hay un par de automóviles, y los vecinos llevan a sus niños al colegio en sus coches respectivos y forman un atasco todos los días y tenemos casas de varias habitaciones, con baño y ducha y muchos tienen hasta casa en el campo y nos vamos de vacaciones. Tenemos consultorio médico, un colegio público con poco espacio, centro de día y una pléyade de personas con bata blanca que cuida de nuestros mayores.
Y a pesar de que el número de habitantes va en disminución cada año, porque nadie se casa y nadie tiene niños, han llegado otras personas a Frailes, como María Elsy que es feliz en Frailes, se ha casado y cada vez que le pregunto, contesta que está muy tranquila en este lugar. O Michael Jacobs que ha sido capaz de autonombrarse frailero y desde lo alto de su casa nos escribe libros que leen en todo el mundo. O Richard que se ha ‘aporijado’ en casa de Manolo el Sereno y le está dando ‘vidilla’ a sus 86 años.
Somos una amalgama de gente más o menos bien avenida, con sus rarezas y sus buenas costumbres, hemos ido avanzando a lo largo de estos últimos años, nos convertimos a la democracia y hemos ido votando al peculiar socialismo frailero. Hay panaderos, albañiles, estudiantes, maestros, médicos, peones, taberneros, banqueros, parados, mujeres, hombres, niños, como en cualquier lugar. Muchos dicen que no hay otro sitio mejor para vivir, pero eso lo dirán todos los que se sientan bien en algún otro lugar. Pero aquí hay paz, hay tranquilidad, también hay mala leche, poco trabajo y nos levantamos y acostamos, comemos y nos divertimos, como en cualquier otro sitio, pero aquí he nacido y durante todos estos años me he sentido bien y siempre que me he ido a cualquier otro lugar, en varias ocasiones, he decidido volver rápido porque Frailes es algo que no me puedo quitar de encima.

3 comentarios:

  1. AUNQUE A MUCHOS LES EXTRAÑE,ME SATISFACE NO SER EL UNICO EN TENER ESTE PENSAMIENTO Y ESTAR DESEANDO VOLVER A LA MAYOR BREVEDAD A MIS ORIGENES Y SENTIR,GOZAR Y VIVIR DE MI GENTE Y MI TIERRA,NO DUDANDO DESDE LA DISTANCIA EN BUSCAR CONTACTO CON MI PUEBLO O COMO ES EN ESTE CASO, DE LOS PROXIMOS A EL.
    JUAN

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  2. Muy bueno Santi! No hay nada como el pueblo de uno, aunque a veces prefiera caminar por sus calles desiertas y no encontrarme con nadie. Cuando me casé hace ya cuatro años mi mujer y yo barajamos la posibilidad de vivir en Alcalá o en otro lugar, pero el precio de la vivienda nos echó atrás y decidimos terminar mi casa de siempre, en Frailes, que mis padres habían ido construyendo con mucho esfuerzo. Hoy no me arrepiento, porque vivo en la misma casa donde nací y además no le debo un duro a nadie. Yo recuerdo mi infancia en mi barrio, jugando a bote-bote, a la pelota, o buscando cabezolones el la charca de los Linarejos. Éramos felices con muy pocas cosas. Me gusta mi pueblo, Frailes, y como tú dices, yo también deseaba regresar con Pancanto a mi casa los fines de semana, en mi época universitaria. También me gustaría ver mis calles más cuidadas y limpias, pero bueno, la paz que me da mi patio de siempre, aquél dónde jugaba a los pistoleros de niño, no la cambio por nada.
    Saludos Santi!

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  3. Chapo por el artículo.
    Yo también recuerdo con nostalgia mi barrio de antes en las escuelas viejas, donde en las noches de verano nos sentabamos al fresquito todos los vecinos y pasábamos horas y horas.También recuerdo nuestros juegos en el barrio de san antonio y como nuestras madres a la hora de merendar nos buscaban para darnos nuestro bocadillo de pan con aceite o como con una serie de preguntas podíamos pasar la tarde descubriendo sí le gustabamos a nuestro príncipe azul,preguntas como ?piensas mucho en el?, te mira a los ojos cuando te habla? Y esa bendita Lambada que te hacia bailar sin parar.
    Que tiempos aquellos. Me siento afortunada de poder vivir aqui.

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