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lunes, 19 de noviembre de 2018

EL OTOÑO EN LA SIERRA DE LA MARTINA

La Naturaleza nos da alegrías y contribuye al bienestar del cuerpo y de la mente, visitar la Sierra de la Martina en estos días, es vivir una serie de emociones y los sentidos se despiertan al andar por estos caminos. Los colores se presentan a la vista y los tonos de amarillos de los álamos y de las nogueras que acaban de desprenderse de sus frutos, forman toda una paleta de matices de gran intensidad.
Desde la carretera de Alcalá la Real hasta llegar a Valdepeñas de Jaén, la Sierra de la Martina se ofrece a todos los visitantes, a pesar de sus peligrosas curvas y eminentes sustos en cada una de ellas, el cielo se presenta con un gran esplendor y el paisaje es variado y sorprendente. Superados los Tajos de Pucherete y el cortijo de Buena Vista, se llega a la Fuente del Raso, donde se puede descansar y beber agua para seguir el camino; las cabras y ovejas se van haciendo presente en los diversos prados de aquellas pendientes, aún se vislumbra la silueta de algún cabrero que sigue la estela de aquellos antiguos que cada día arrancaban el sustento para sus animales, de todas estas tierras; se ven diversos automóviles aparcados en los bordes de la carretera y sus conductores han emprendido el camino de búsqueda de las llamadas setas de cardo, un gran manjar que aún se encuentra por estos lugares pero que no todo el mundo alcanza; hay que ser experto y conocer algunos sitios donde suelen crecer, aunque hay mucha gente que tiene suerte y da con el lugar apropiado.
El viaje prosigue hasta llegar al Alto de los Collados, las chaparras se van presentando como el árbol más habitual de estos parajes, sus siluetas verdes perennes y sus troncos se repiten a un lado y a otro de la carretera; en los Llanos del Ángel la altura va bajando y siempre hay un par de personas por ese lugar; el pequeño puente que los une a la carretera parece postizo y un cortijo se vislumbra a la izquierda, deshabitado porque casi nadie quiere vivir en esta tranquilidad aislada. Nuevas y constantes curvas se va presentando en el camino y los conductores deben tener un gran cuidado para que los automóviles que vienen en sentido contrario no den sustos irreparables; el cortijo de la Colmenilla se presenta a la izquierda en lo alto del horizonte, se van presentando nuevas encinas y hay una avenida entera de chaparras que dan al ambiente una especie de esplendor natural. El Cortijo del Hoyo es como una pradera que se mantiene verde eternamente, la vivienda ha sido remodelada por sus actuales dueños. Pasado el Cortijo del Hoyo y como siempre zigzagueando las diferentes curvas, se encuentran los prados más verdes y bellos de esta Martina y se siguen viendo los prados donde los habitantes de la comarca siguen buscando las ricas setas de cardo que es uno de los manjares gastronómicos del otoño de estas tierras.
La Martina es la gran señora de estas altitudes, desde ella se divisan los pueblos que la limitan como pequeñas motas que blanquean a lo lejos. Ella da cobijo a los animales y huele a retama, a tomillo o a romero, olores de incienso que elevan el viaje por estas tierras. Aquí, en estos solitarios parajes la vida parece que se detiene; las retamas se balancean con el viento y las encinas se mantienen inhiestas, se mastica el aire limpio y perdices y conejos siguen jugando al escondite y cuando notan que alguien se acerca, saltan rápidos y se van perdiendo a lo lejos como asustados por el ruido de los artefactos a motor.
Por allí, algún abejaruco y varias urracas dan graznidos al viento, como queriendo decir que ellos son los reyes de estos montes y seguirán siéndolo.
Ahora, en la Sierra de la Martina ha llegado, también, la modernidad y no se ven cabreros con el ganado como antaño, pero si se pueden ver decenas y decenas de ovejas pastando en los diversos lugares, pero están vigiladas, tienen acotadas sus dependencias, viven en semi libertad; en plena carretera se puede ver la tierna imagen de una oveja con su cría que la está amamantando. Los antiguos cabreros se han transformado y ahora las cabras y ovejas viven en una gran nave, de la que pueden salir todos los días y donde tienen asegurada su comida. Los antiguos cabreros que cada día subían con su ganado a esta sierra, como ‘Piruela’, ‘Dondín’, Hilario han ido desapareciendo, aunque aún queda alguno como ‘El Cuqui’ que sigue siendo fiel a estas montañas y que cada día las recorre y conoce cada rincón de esta tierra.
Alcalá la Real, Valdepeñas de Jaén y Frailes tienen en la Sierra de la Martina un pulmón medioambiental de gran importancia; con una altitud de 1.552 metros, es uno de los puntos más altos de la comarca.

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