Parecía que no pero el
calor aprieta en julio, como siempre, como todos los años, como recuerdo desde
que tengo uso de razón. Ahora, también me trae a la memoria cuando se inició
Etnosur, el primero, como de andar por casa. Nos juntábamos en la Safa para hablar
y éramos un grupo reducido pero con mucha ilusión, con ganas de cambiar el
mundo y discutíamos todo tipo de asuntos que nos afectaban.
Etnosur por entre los arriates del paseo,
con decenas de puestos en hilera, ofreciendo baratijas colgantes y la magia de
los tambores y el polvo y los perros ambulantes, muchos sin amo que parecía
como un signo que ha ido progresando a lo largo de estos 17 años. Y Etnosur ha
ido creciendo a lo largo de este tiempo y parece como si él solo funcionara que
llega julio y aparece Etnosur en el Paseo de los Álamos y el viernes sobre las
13:30 horas se van juntando, en el Templete de la Música, gente en camiseta,
con pantalones cortos, con cubalitros, con perros, con sonrisas y cada vez más
y comienza a sonar la música y las piernas y los cuerpos se mueven y el sol
atiza las emociones como un ascua poderosa que se va adueñando de todos
nosotros y disparo mi máquina de fotos y voy inmortalizando a miles de caras,
la mayoría alegres, otras como si no estuvieran allí. Caras de aquí, de allí,
de muchos lugares, caras con ojos que miran todo lo que se menea. Madres con
niños a la espalda, todo lleno de vasos: rojos, amarillos, tricolores y el humo
y el polvo se mezclan y el bullicio se apresta y va subiendo y las gargantas
cantan a viva voz.
Niños, mujeres y hombres. Nosotros, ellos,
os y as. Etnosur. Grande. Pequeño. Alto y bajo, por la plaza del Ayuntamiento,
por el Palacio Abacial, por la toma de la Biblioteca, repartiendo credenciales
para que puedan dar crédito, los periodistas, de todo lo que van a ver, que lo
digan a los cuatro vientos que Etnosur comienza y acaba en tres días y deja un
poso de todo en el aire alcalaíno.
Mochilas, coches, hombres, mujeres y
niños por esas calles de Dios, calles alcalaínas, sucias y limpias, con una
legión barriendo lo que otros van ensuciando. Tiendas atestadas, hielo, Garzón,
la Pep Ventura y el eco de todas las voces, de todas las músicas que se han ido
haciendo a lo largo de estos años y Pedro, Pedro Melguizo, con su pantalón, con
su camiseta, todo controlado. Etnosur somos todos, no es esto ni lo otro, es el
todo. Atrapasueños, Pipiripao, entrada libreeeeeeeeeeeeee, escenarios, el circo
que llega. Talleres, decenas de ellos, todos llenos, llegan y no encuentran
sitio.
Y Elena Víboras, sonriente; y Paco Reyes,
siguen apoyando y vienen 30.000 o más y la Fundación Vicente Ferrer y hasta de
mi pueblo llegan muchos allí, por la tarde, por la noche, por la mañana, y dan
saltos y comen, ríen y en el escenario principal la música suena, miles de
personas: mujeres, hombres, niños, os y as como diría Carlos Hinojosa allí
están.
Tiendas, tiendas de
campaña, en cualquier calle mean sus líquidos y tendidos en cualquier banco
duermen como si estuvieran poseídos de Etnosur y cuerpos de todas maneras se
bañan en estas fuentes que echan agua mora, fronteriza, abacial, socialista,
pepera, alcalaína, agua de Frailes traída de los pozos del Chaparral.
Comen, beben, pasean, se bañan, gritan,
oyen, retratan, suben, bajan, corren, cine, teatro, música, conferencias,
hablan, trinan, tocan, practican, Paco Pacolmo, Marlui Miranda, la coral
Alfonso XI, cultos, ignorantes, dependientes, independientes, cojos, mancos,
ciegos, sordos, todos o casi todos, porque algunos se suelen ir a la playa y
pasar unos días fuera del mundanal ruido.
Etnosur ha cumplido 17 años y quizás cumpla muchos más, con esta crisis
tan aguda se ha mantenido y sigue gente apostando por este festival en los
distintos medios, pero sobre todo en la base porque es capaz de acumular a
mucha gente, a más de 30.000 personas
que vienen cada año a Alcalá la Real.